Desde que tengo uso de memoria siempre he tenido problemas de sobrepeso.
Si me remonto a mi nacimiento ya venía “con sobrepeso y enredada en el cordón umbilical” según lo que me cuenta mi madre.
Posterior a eso siempre fui la “gordita” del salón, esa persona que tiene por ende una característica física que la hace notoria entre los demás.
Con la llegada de la pubertad, la vanidad jugó un papel importante en mi manera de verme al espejo.
Se generaron muchos complejos que me llevaron a buscar mil y un métodos para alcanzar estándares de belleza lejos e idealizados que se encontraban en revistas y páginas.
Terminada mi carrera adquirí hábitos alimenticios y de vida que terminaron de escribir un mal pronóstico a mi estado corporal.
Trabajaba principalmente de noche, dormía a ratos de día para intercalar con el estudio y comía cuando “me acordaba” una vez al día o solo por la noche “lo que encontrara”.
Principalmente comía comida chatarra, hasta que llegué a tener en la balanza un peso que marcaba 3 cifras, fue en ese momento cuando dije “NO MÁS”.
Tomar la decisión de colocarme el balón gástrico no fue sencilla de hecho, fue más un impulso de desesperación ante lo que veía en el espejo y sentía en las mañanas, al ir a comprar ropa o simplemente al vestirme.
A diferencia de muchas personas que coincidieron conmigo el día de la colocación, este proceso fue más tedioso para mí.
Dos días después de colocado afronté la enfermedad de un ser allegado a mí y simultáneo a este vi cómo se deterioraba e incluso moría antes de que me retiraran el balón gástrico.
Fueron meses donde no sabía si cuidar de mí o de él, donde me reprochaba por habérmelo colocado, donde tuve tanto miedo!
Pero después de la tormenta siempre llega la calma, con su muerte entendí que era una forma también de amarme y cuidarme, de darme la oportunidad, de entender que yo podía ser mejor y que “ser la gordita” era una opción y no la obligación de mi vida.
Me concentré en lo que inicié y aquí estoy.
Hoy son 9 meses después, 20 kilogramos menos y una alimentación más balanceada que al menos respeta las 3 comidas principales.
Tengo la sana costumbre de ir al gimnasio al menos 5 veces por semana y el orgullo de haber servido como impulsadora de un mejor estilo de vida a las personas que me rodean y de demostrar que se puede.
Falta mucho… 17 kg. para ser exactos pero el cambio se nota, ya me despierto motivada y siempre con el deseo de dar más, de ser mejor y sin lugar a duda que si yo lo imagino lo puedo lograr.
El balón gástrico por sí solo no adelgaza. El balón tiene un poder aún más lindo y es que enseña, crea hábitos sostenibles, da ese impulso para nunca más dudar de que cada día se puede ser una mejor versión de uno mismo.
¡Gracias infinitas a todo el equipo!
Paciente
Balón Gástrico
*El testimonio ofrecido es una experiencia personal de quien lo escribe. Los resultados pueden variar de paciente a paciente